Metta y lo Divino
Creo que todas las personas estamos conscientes sólo de una pequeña parte de nosotros. Esa parte consciente no es más que la punta del iceberg y el resto de lo que somos se oculta bajo el agua. Parte de ese inconsciente suele ser muy infantil y, a veces, incluso, bastante malvado. Pero en lo más profundo existe una sabiduría que apenas imaginamos. Nuestra mente consciente rara vez se sintoniza con esa sabiduría, aunque a veces lo hacemos, cuando soñamos o cuando estamos especialmente intuitivos, es decir, cuando la barrera entre lo consciente y lo inconsciente se halla más permeable.
Hay ocasiones en las que podemos percibir nuestro más sabio y profundo subconsciente, pero como no lo experimentamos como “yo”, lo concebimos como “otro”. Podemos sentir una presencia agradable, amorosa y sabia o, incluso, tener una visión o escuchar una voz que nos guía. Considero que ésas son experiencias de “lo divino”.
Una de mis alumnas lo expresó así:
-
“Cuando describí la experiencia que tuve la semana pasada, en la que sentí una fuerte presencia benévola, mencionaste que el sentimiento de Metta puede ser externo o interno. Eso me impresionó porque, en ese momento, en realidad no había expresado lo exterior que me había parecido. En verdad, sentí como si hubiera una presencia muy fuerte frente a mí, generando un profundo sentido de compasión, comodidad y amor.
-
“Para ser honesta, lo que pensé es que estaba en presencia de Dios. Pensé que no habría mucho lugar para este tipo de experiencias en el pensamiento budista, de modo que no estaba segura de cómo tomarlo, pero sí sabía que no deseaba perderme de eso”.
No es algo poco común en la meditación. De hecho, constituye la base de algunos tipos de prácticas de meditación. Las prácticas de visualización en el budismo intentan integrar las cualidades de la sabiduría, la compasión y la energía libre de obstáculos mediante la contemplación de formas simbólicas que, de alguna manera, corresponden a esas cualidades (las cuales se hallan presentes en nosotros, pero tenemos que descubrirlas).
Al visualizar la forma compasiva de la imagen de un Buda estamos trayendo a la mente nuestra propia compasión potencial y, por lo tanto, creamos un canal que va de lo inconsciente a lo consciente. Con el tiempo, se va dando una especie de integración, de modo que el meditador y la figura visualizada se funden. Por eso, en este tipo de práctica es muy común, ciertamente, sentir que fluye Metta o alguna otra bendición desde fuera de nosotros.
En el budismo, las distinciones que hacemos entre lo interno y lo externo no tienen validez real. Se trata sólo de una ficción muy conveniente que nos permite tener un sentido de nuestra vida (aunque no siempre es un sentido muy preciso). Podemos entenderlo si reflexionamos en lo que son algunas experiencias tan comunes como enamorarse o dejar de sentirse atraído por alguien. Cuando te enamoras, piensas que esa persona es maravillosa. A veces, todo sale bien pero, en ocasiones, descubrimos que no era la persona que soñábamos y, entonces, nos desencantamos (o, incluso, salimos descalabrados) de esa ilusión. Ya no nos parece que tiene esas cualidades extraordinarias que habíamos imaginado.
¿Y dónde estaban entonces esas cualidades? ¿Qué fue lo que nos atrajo? Es evidente que, en esos casos, la atracción que sentíamos no era totalmente por la otra persona, sino por alguna parte inconsciente de nosotros mismos, la cual creíamos que estaba en ella. Nos confundimos y creímos que algo que estaba en nuestro interior se hallaba fuera de nosotros.
Nuestro mundo interno y el mundo externo existen de manera interdependiente; no son realidades ajenas. Si modificas uno alteras el otro. Por lo tanto, la experiencia de Metta no puede ser ni interna ni externa, ni ambas cosas a la vez. Tampoco es algo que ni es interno ni externo. La verdad es que, en esencia, resulta indefinible. Lo importante es que funciona. Cuando pienso en “lo divino”, no supongo que esas experiencias que provienen de una fuente externa de Metta emanen de una deidad. Uso este término para sugerir un poco de misterio; ese sentido en el cual podemos percibirnos a nosotros mismos como “otro” y la forma en la que podemos entrar en contacto con esas fuerzas ocultas que habitan en el fondo de nosotros.
Si te llega a ocurrir algo semejante, quizá lo califiques de acuerdo con tu sistema de creencias. Hay quienes, al tener una sensación externa de Metta, pensarán que se trata de Dios y esa descripción, ciertamente, puede darles un significado y un valor más profundo en su práctica. Por otra parte, puede ser que nada más decidas aceptar esas bendiciones y reflexionar sobre el hecho de que, en realidad, casi no sabemos nada acerca de lo que somos ni del universo en el que vivimos.
Probablemente, sólo quieras tener la vivencia y aceptar la misteriosa e inefable condición de esas experiencias, a la vez que adviertes cómo te estás aproximando a un reconocimiento más amplio de la naturaleza de la Realidad.